—Un cadejo como tú es la vergüenza de su raza, así que atente a lo que tienes ahora.
— ¡Obedece!—Si logras tu cometido, te dejaremos seguir viviendo
—Comer...yo...necesito comer...
—Cuando acabes con él puedes comértelo.
...
Pasaba de media noche, lo suponía por la posición de la luna en el estrellado firmamento que presumía cientos de estrellas brillando deslumbrantes, aunque no tenía idea de que día era, ni qué mes, ni qué año o en qué parte del mundo se encontraba; siquiera tenía idea de cuándo o cómo fue que llegó a donde estaba. Ya preguntar sobre su vida era igual de inútil pues no lo recordaba. Todos sus recuerdos datan desde el momento en que abren los ojos por primera vez.
—Tsk...¿Habré muerto de nuevo?... ¡Maldición!...¡Tengo hambre!...—la voz del muchacho apenas si él mismo podía escucharla, se sentía agotado, en todos los sentidos, y para colmo, estaba perdido.
—Volveré a morir si no como...pronto...—en esa charla consigo mismo iba dejando salir sus pensamientos en voz alta, más que nada con la intención de mantenerse despierto; sentía que si solo deambulaba por allí, en ese silencio sepulcral, terminaría muriendo por donde cayese o matándose en algún accidente. Sí, dentro de todo era torpe y con esa debilidad por hambruna, temía caer inconsciente en el medio de la nada.
—Esto...parece no tener fin...—alzó la vista por un instante para observar a su alrededor y dejar ir un suspiro pesado al verse rodeado de solo árboles, sin la más mínima esperanza de toparse con algún humano que pudiese serle de ayuda.
—¡Bravo! Eres un...completo inútil...—a pesar de sus inexistentes fuerzas, la sátira quedó bien marcada en su comentario al aire, siendo él mismo el blanco receptor de ese amable mensaje.
Resignado siguió vagando entre la maleza y lo que tenía en el camino delante suyo, no había más que plantíos, canales de agua y rosales. Se detuvo en seco.
—¿Rosales? —algo aturdido por sus propios pensamientos salió corriendo por el mismo sendero que iba y terminó incrédulo al divisar por fin, gracias a unas luces algo opacas, que estaba en medio de un hábitat increíblemente bien cuidada; girando sobre su eje pudo notar que estaba parado a mitad de un hermoso jardín . Debían haber humanos cerca, definitivamente debían de estar por allí.
Hileras de arbustos bien formados y artísticamente podados; enredaderas y flores de todos los colores, incluso aquellos canales de agua que en ese momento parecían espejos del firmamento; todo estaba en armonía tal, que por un segundo se le olvidó que moría de hambre. Esos brazos delgados de agua cielo iniciaban y acaban en un estanque de tamaño considerable al final de ese caminero marcado por un variado verde con detalles coloridos.
— Un...¿Parque? —sus decaídos ojos de pronto tomaron vida, brillando con ese destello de incierta esperanza.
—¡COMIDA! —alabó emocionado y comenzó a explorar ya con más ánimos.
La noche estaba absurdamente tranquila en ese lugar, apenas si soplaba el viento fresco del sur y con él se oían las hojas charlar entre ellas, aunque nada entusiasmadas. Muy noche para tanta cháchara,quizás.
—AAAAH!!! ¡POR FAVOR! ¡QUIERO COMER! —cansado de vagar por los alrededores sin encontrar nada, hizo un pequeño berrinche dejándose ir al suelo; primero sobre su trasero y enseguida ceder su peso para quedar tumbado panza arriba.
El cuadro ante sus ojos estaba compuesto por algunas de las ramas pobladas de un frondoso árbol que caían presumiendo ramillos de flores peculiares -desconocidas para él- flores cuyos pétalos, por la oscuridad de la noche, eran de color indescifrable; sin embargo, entre la claridad proporcionada por la luna llena y lo poco que alumbraban aquellos focos, éstas denotaban un pálido grisáseo que le daban un acabo de pintura al óleo a ese encuadre de perfecto contraste con ese moteadillo cielo de azul negruzco tan intenso.
—si muero, al menos esta vista es preci...oh...¿nh?...¿Q.qué—?
Rápidamente se puso de pie, como si lo hubiese picado el diablo desde abajo. No podía creer lo que veían sus ojos, a pesar de ser él mismo un ser fuera de la lógica humana ¿Algo así podía existir? ¿A vista de todos?...
"Largo de aquí, perro" —sonó en el aire una voz desconocida, pero tenía algo raro, algo que, por alguna ilógica razón, no le transmitió amenaza de ningún tipo a pesar del desdén en sus palabras. Esa voz que pareció perderse en el viento donde nació distrajo su atención de eso que espantó su alma segundos antes.
"Estorbas" —se repitió esa voz que de nuevo provenía de la gran nada alrededor. Algo desorientado por el repentino intervenir, buscaba en todas direcciones a ese alguien que la estuviese emitiendo. Para su mayor desconcierto, no había rastro alguno de nadie además de sí mismo y el descomunal ser que minutos antes vio entre las ramas de ese árbol. Hablando de eso...
—¿A.a dónde fue? —asustado y nervioso, su objetivo ahora era otro; la voz no importaba tanto como esa <cosa>, aquello podría comérselo antes de que él parpadeara siquiera; incluso lo tragaría entero y estaba seguro de que pasaría ligero por el esófago de éste como si resbalase en algún tobogán, directo a la piscina de ácido estomacal. Sería su mísero final -otra vez- pero ¿No estaba?
—Se...¿fue? —en ese estado de alarma y todavía algo de asombro, no cabía en su pobre y hambriento raciocinio el que algo así de grande pudiera esfumarse de la nada. Su corazón latía tan fuerte y pesado que lo sentía retumbar hasta en la planta de sus descalzos y arañados pies. Efectivamente, ya no estaba allí y en el bien cuidado césped no se divisaba huella de nada ni nadie, solo las propias.
—Estoy ¿delirando? —murmuró con una intranquila mueca en pos de sonrisa. — sí, es...es el hambre...—dejó escapar una risilla incómoda, llena de pura confusión e incómoda sensación de miedo, miedo a lo desconocido más que miedo por cobardía. — te.tengo que encontrar algo de comer...comida...mhjum...eso...¡comida, comida!.
El nerviosismo no se iba de su pecho, sus manos sudaban frío igual que su nuca, en ese estado, no había ruido, por más ínfimo que sea, que no llamase su alterada atención, haciéndolo voltear de inmediato buscando la fuente de los mismos.
Para incrementar el infortunio que ya acarreaba liado entre los pies, de pronto un estruendo apabullante rompió con esa orquesta de silencios, haciendo que hasta las aves que dormían en las copas verdes salieran huyendo despavoridas. El batir de alas fue breve, pero intenso.
Antes de poder reaccionar, de entre los arbustos, a un costado de ese sendero, un cuerpo atravesó los finos y crujientes esqueletos marronados, embistiéndose brúscamente contra el poste guía de un rosal enredadera, cayendo al delgado cause hídrico, quebrando en mil pedazos el reflejo del cielo. El espanto volvió su cuerpo una estatua de concreto.
—¡Ig mat'te mo'urye! —resonó la voz de alguien acercándose al cuerpo caído que no daba señales de consciencia. No se entendía lo que decía, siquiera parecía un lenguaje conocido; mas sin embargo, por el tono que empleaba al emitir su mensaje, se podía notar claramente un disgusto casi palpable. En un parpadeo llegó hasta la víctima en el agua y lo sacó de allí, aunque no vio cómo, por los arbustos cubriendo la escena.
— ¡Nol'ite bastardes fersz'sarhetum! —resonó una vez más con mayor ímpetud y pronto aquel desconocido tuvo identidad; era un hombre, uno reltivamente joven, uno al que la sangre le cubría la mitad del rostro, uno que con ese último golpe fue a parar a los pies del petrificado y desconcertado espectador.
Abrió los ojos de par en par cuando un extraño,pero embriagante olor repentinamente inundó sus sentidos; borborigmos sonoros acompañaron su despertar y, por instinto, se echó encima del caído, atraído intensamente por ese delicioso e irresistible aroma a festín.
—lar.go...de aquí...
Se detuvo en seco al escuchar esa voz romper contra su propio rostro; él la conocía, fue la voz que nació en el viento y murió junto a la misma brisa que lo arrastró a él. Pero, si era la voz de ese hombre, ¿Por qué no lo vio cuando tanto lo buscó a su alrededor?
Pasos se acercaban sin prisa hacia ellos.
—Eni'esty bour wrelher fortie, cadejieh. ¡Igyhe mut'te rye!
—A'men —casi pisando las palabras de su atacante, respondió en tono desbordante de socarrona burla, dejando por sentado una apuesta que solo ellos dos entendieron.
Levantó una mano por detrás y encima de quien hambriento invadía su espacio personal y, observando fíjamente a ese que minutos antes se desquitaba en golpes con él, entreveró sus dedos en los cabellos ajenos para jalarlos y acomodarle la cabeza de lado, haciéndose espacio en su cuello para, sin dudar, enterrar los colmillos en su piel, perforando sus músculos todo el camino que llevasen el largo de sus caninos...
—¡A.ah! ¡NHG! ¡No!...dé...jame...
Continuará...


0 Comentarios