Capítulo 2: BRUMA

 


 ¿BRUMA?

La oscuridad nunca había sido tan densa, ¿Qué se supone que hiciera cuando siquiera podía ver su propia mano delante suyo? Sabía que la estaba moviendo, sabía que era su propia mano, sabía que allí estaba, justo frente a sus ojos, sabía que éstos estaban abiertos y que quizás la distancia no era mayor a unos tristes cinco centímetros por delante de sus narices, mas aún así, él no era capaz de verla; entonces ¿Qué haría? ¿Cómo podría escapar de lo que fuera que lo estuviese amenazando tan viciosamente en ese momento? ¿Cómo podía zafarse de los amarres que le impedían mover las piernas y del yunque que aplastaba su tronco?
 
—Ngh...   —ese peso que parecía achatar sus huesos también impedía su respiración, expandir sus pulmones era tarea difícil y cada inhalación quedaba interrumpida abruptamente, resintiendo todavía más el peso recaer encima suyo. De pronto, dentro de su atontado juicio, oyó ruidos muy a lo lejos, ruidos que si bien no aportaban pistas de su paradero, sí dejaba en claro que no se encontraba solo.

IE'Nie solem tze mit'tre. ¡¡Cadijie asg'hal dahevnik l'tryedye!! ¿Ig'hael prergiz'ntle du?

De oírse ruidos pasó a ser de nuevo aquel extraño licuado de sílabas incomprensibles; de escucharse a lo lejos, sus sentidos espabilaron al instante  del resonar repentino y elevado de esa voz que los profería en tono amenazante... ¿Todo el tiempo estuvieron ahí con él? ¿Tan cerca? ¿Qué tan abrumado debía estar como para siquiera sentir sus presencias? Porque a pesar de haber oído los gritos y de confirmar su cercanía seguía sin percibir la esencia de cada quien, ni cuántos eran o qué eran, ya que por lo que vio momentos antes, no se trataba de simples humanos, de eso estaba seguro.

Tengo que salir de aquí —pensó estando ya en todos sus cabales, intentando remover aquello tan grueso que te amarraba sus tobillos, al mismo tiempo de usar sus manos para remover el peso de su cuerpo.

Tanteó a la nada topándose con una realidad que heló hasta la porción más pequeña de su anatomía. Eso que tenía encima, definitivamente estaba vivo, emanaba un peculiar calor, mismo que antes no fue capaz de captar debido a que su atención estaba dispersa y aturdida.

Tal fue la impresión resentida que por un momento incluso se olvidó de respirar, algo que de por sí ya le era difícil en esa situación. Todo su cuerpo estaba temblando de nervios, titubeando en tocar o no tocar lo que sea que estuviese encima suyo; sin embargo, sintió petrificarse cuando eso comenzó a moverse lentamente, provocando que su piel se erizara sin remedio, generando una desagradable sensación en su abdomen.

Agregado a eso, pronto escuchó respuesta a una de sus dudas y es que, como si susurrara a su oído, escuchó un siseo corto, un sonido impensable que ingresó por su canal auditivo y fue a reverberar en su cabeza, cual grito en cueva. 

Sí, tenía una serpiente paseando sobre él, una que no quería averiguar exactamente qué tamaño tenía, una que no quería saber cuánto tiempo llevaba ahí, una que él quería pensar que en realidad era pequeña y que el peso que lo inmovilizaba era otra cosa, su miedo quizás.

—Amanda —esa voz que antes hablaba en un idioma extraño, de pronto mencionó el nombre de una mujer — Amanda, ven aquí. —agregó la misma voz y esta vez se escuchó mucho más cerca, sin mencionar que ahora el lenguaje era uno conocido, en ese corto lapso los sonidos calmaron, pronto el peso desapareció gradualmente y por igual sus piernas hallaron libertad, así también poco a poco la densa oscuridad que impedía su visión fue aligerándose; comenzó viendo borroso, dilucidando solo contornos y es que  apenas era algo de incomoda claridad lo que sus pupilas lograban recopilar a pesar de sus esfuerzos por enfocar su entorno.

—Eres bastante terco —le comentó en un tono extrañamente casual en comparación a lo que escuchó desde que se dio el encuentro. Este desconocido se asomó poniéndose en su campo de visión, buscando verificar su estado —¿Ya puedes ver? —preguntó moviendo una mano de lado a lado frente a los ojos ajenos —Amanda, quieta —regañó  ese extraño, quitándose un momento de cuadro. En el entretiempo aprovechó para procurar sentarse; no había uña que no le doliese.

Cuando estuvo sentado, se frotó ligeramente los ojos, como si buscara limpiarlos y aclarar su visión; la luz impactaba con doble potencia en su retina, entorpeciendo más su labor de convertir la información en señales eléctricas para procesar y entender las figuras a su alrededor, era bastante incómodo y molestoso, pero si mantenía los párpados casi cerrados, era capaz de enfocar lo que tenía alrededor. Cuando se topó con ese que le hablaba, pudo ver a un hombre relativamente joven, quizás en sus treintas, de cabellos castaño claro con rubios reflejos que resaltaban con los brillantes rayos de sol que se colaban por las ventanas, su contextura era considerable, pero no exagerada, a quien incluso estando encorvado en el suelo se lo veía imponente.

Tomó algo de aire con la intención de hablar, la pregunta más lógica en ese momento tenía que ver con la identidad de ese extraño ¿Quién era él? ¿Por qué...? Bueno, no le alcanzaban los dedos para contar la cantidad de "porqués" que inundaban su mente; sin embargo, no fue ni lo uno, ni lo otro.

—Eres un cadejo sin dueño ¿Cierto?

Interrumpió los pensamientos ajenos y las dudas quedaron mudas, algo atónito apenas atinó a asentir lentamente, sobrecogido por la sorpresa.

—Mh~

Sin decir una palabra más, el extraño le entregó un tazón de arroz blanco salpicado con cebolletas cortadas y un filete de cerdo encima

—Come y luego vete. No deberías estar aquí.

Tan tranquilo como si hablasen del clima, fue a entregarle comida y regresó a sentarse delante de la olla que colgaba del techo de esa cabaña por sobre las brasas que mantenían caliente el arroz.

En definitiva aquello ya no era gracioso, nada, absolutamente nada de esa situación tenía una onza de gracia, y a minuto muerto, inquietud y duda nacida

A duras penas, pero procuró centrar sus sentidos y sus habilidades en un intento vago por obtener respuestas por sus propios medios, aunque sin éxito alguno.

—No lo vas a conseguir. Come.

—¿Comer? ¿Brom... — abrió los ojos de par en par cuando recuerdos comenzaron a llenar su mente, un flashback de la noche anterior, él llegaba hambriento, se topó con una pelea en medio de un lugar desconocido...podía recordar ese aroma tan embriagante atontando su pobre juicio. Subió la diestra hasta su hombro y cuello ¿no duele? pero...

—me mordiste...verdad? tú...anoche...

—Noup, no fue anoche, fue hace tres días. Y solo bebí un poco, lo suficiente para poder zafarme del...problema. Estoy siendo amable, así que come.

—¿Qué... eres?

—Asiel~

Continuará

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