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III |
El sudor se notaba en gordas gotas resbalando su sien, abriendo camino
por la pálida piel de su mejilla, rompiendo en garganta y cuello, donde
a simple vista se podía apreciar el palpitar de las venas principales
llevar sangre a borbotones y a toda prisa, sintiendo que en la próxima
bocanada de aire atorado, el corazón se le escaparía por la boca, sin
embargo no podía detener su andar, corría a pesar de que sus piernas
lloraban por un descanso y es que tal era el miedo a ser atrapado que
sacaba fuerzas de flaqueza; su vida corría peligro.
La energía eléctrica nunca fue mejor amiga de nadie, tiende a dar la
espalda justo en los peores momentos y hasta parece que se le hace un
buen pasatiempo. Así fue que ese desconocido lugar de la nada quedó a
oscuras, aumentando la tensión, ahora no tenía libertad de correr, iba
a ciegas, con los brazos tendidos y tanteando a su paso, intentando
tomar aire sin jadear para no delatar su posición a ese quien
viciosamente lo perseguía, ese a quien no le había visto el rostro,
pero que le erizaba hasta el último vello del cuerpo y le aceleraba los
latidos por la adrenalina que el miedo liberaba en su sistema.
Un estruendo de pronto resonó, algo cayó de manera estrepitosa y no
parecían simples lateríos o atrezo arrinconado, ese había sido un golpe
sordo, pero bastante duro y profundo, uno que daba la sensación de
haber llenado ese lugar, donde sea que se encontrase. Peso muerto
cayendo de altura considerable y azotando contra el suelo sin la más
mínima gota de piedad ¿Qué había sido aquello? ¿Había alguien más allí,
además de su perseguidor? Sus latidos hacían eco en sus oídos por la
fuerza con la que su atormentado corazón iba galopando hasta en la
planta de sus temblorosos y adoloridos pies.
—Aquí, ¡ven!
No sabía quién era, una voz de pronto irrumpió a mitad del alboroto en
su agitada mente y pareció abrirse una ventana del cual una mano tomó
la suya, jalándolo hacia el iluminado exterior. No pudo siquiera
parpadear cuando alguien irreconocible se le abalanzó y ambos cayeron
al vacío.
—¡¡AAH!! —despertó abruptamente, confundido, agitado, sudando frío. Mironeando para todos lados sin lograr ubicarse.
A tientas bajó del sofá donde se había quedado dormido y encendió las
luces. Un suspiro de alivio escapó de sus labios, era su casa y estaba
seguro que allí no había nadie más que él mismo y su pequeño perico
Toti. Se encontraba con el torso desnudo y andaba simplemente en
pantalones de tela, bastante cómodo.
Encaminó sus pasos hacia la cocina, sentía la garganta sumamente seca.
Abrió el refrigerador y alguien emergió desde dentro, golpeándolo con
fuerza.
Despertó del impacto, tomando una sonora bocanada de aire pues sentía
un ahogo tal que moriría si no. Llevó una de sus manos a cubrir sus
ojos, sosteniendo el peso de su propia cabeza, estaba todavía algo
aturdido, curiosamente tuvo un sueño dentro otro y en ambos estaba
siendo perseguido por un alguien desconocido.
—Tsk~ ¡¿Qué demonios...?!
Separó los dedos para dejar campo de visión a su ojo derecho, obsevando
que había un bulto bajo sus sábanas, compartiendo cama con él. ¿Quién
era? No lograba acomodarse en su realidad, tiempo y espacio. De pronto
la luz del buró se encendió.
—¿Cariño? —Llamó en un tono pastoso y adormilado, girándose apenas para
poder sentarse también. Era un hombre joven, de facciones marcadas,
pero absolutamente delicadas, cabellos claros y ojos cafés. Alzó la
mano hasta reposar la palma gentilmente en la mejilla de ese
atormentado ser a su lado.No obtuvo respuesta, solo la fija mirada del contrario.
—¿Taishi? —volvió a llamar, esta vez usando el nombre contrario, esperando reaccionara.
—¿Quién eres? —murmuró el aludido, bajando su mano para apartar la
ajena sin muchos ánimos. Dejó ir un profundo suspiro, mironeando
alrededor. Habían aromas mezclados en ese cuarto, uno que no era suyo,
uno que olía a cigarrillos, alcohol y sexo. Su acompañante rió bajo.
—Nos conocimos anoche, en el goukon de tus amigos ¿Recuerdas? ... Mh~
ciertamente bebiste mucho ¿Quieres que pida unos analgésicos? —al
tiempo de sus palabras, se levantó de la cama, por supuesto, estaba
desnudo. No podía negar que algo sí recordaba: había un atractivo
sensual en ese muchacho que cautivó su interés y quería verlo desnudo,
quizás por mero gusto de llevarse a la cama a alguien esa noche y poder
desquitar la pésima semana que había tenido.
De un instante a otro sus ojos se abrieron como platos y su alrededor
se escuchó lejano; se encerró a sí mismo en sus pensamientos. ¿Cómo fue
que llegó a ese lugar desconocido? Estaba allí porque perseguía ese
aroma que aquella mañana, hacía ya una semana, había atrapado sus
instintos, ese aroma tan intenso que caló hasta sus sueños, sueños en
los que por alguna absurda razón él acababa muerto.
Comenzaron a pasear por sus recuerdos momentos de aquel día,
simplemente iba camino a su trabajo, como siempre, cuando la brisa
inundó sus sentidos con un aroma que él conocía, o tal vez no, pero que
embriagaba su razón al punto de perder la cordura. Cuando recuperó
consciencia de sí mismo y sus acciones, estaba en la estación de
policía, enfrentando cargos de mal comportamiento por haber sido
atrapado en medio de una pelea en un callejón, además de infracciones
de tránsito, por haber abandonado su vehículo a la de Dios que es
grande. Rió de sí mismo, volviendo a cubrir su rostro, esta vez con
ambas manos ¿Dónde tenía la cabeza en aquel momento? ... Incluso tuvo
que faltar una semana al trabajo por estar detenido, pues a pesar de
haber testigos de que se había inmiscuido en ese lío para ayudar a
aquella joven, él mismo no lo recordaba de esa forma.
—Vaya cantidad de mierda —susurró para sí mismo, volviendo a acostarse,
reposando el brazo derecho sobre ambos ojos, perdido entre sus
pensamientos.
—Ishi~... ¡Taishi!
El mencionado entreabrió los ojos, adormilado. Sin darse cuenta cayó en
los engañosos brazos de Morfeo, siendo despertado rato después por ese
chico con quien había dormido.
—Fui por los analgésicos ¿Te sientes muy mal? ... Sientate, ten... te
hará sentir mejor. —entregó una pastilla y una botella de agua mineral
al medio ser humano que actuaba guiado, más dormido que despierto. Tomó
asiento al borde de la cama, mirando a Taishi.
—¿Pasó? Aún no amanece, deberías descansar. —Taishi miró de reojo al
contrario y solo lo negó. Debía admitir que vestido todavía podía
apreciar su sensualidad desbordante.
—Se me espantó el sueño.
Tras oír esa queja no pudo evitar sonreír de medio lado. Coqueto se
acercó a ese que parecía un niño exigiendo atención entre líneas y lo
fue acorralando en la cama, entre su cuerpo que todavía olía a él y las
almohadas, atrapando sus labios en un lento, pero pasional beso que sin
demoras subió de tono, llevando a ambos a una ronda más de divertido y
fogoso desestrés.


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