Capítulo 4: Talón de Aquiles

 


Talón de Aquiles


— Por ahí corren leyendas sobre esa persona especial para cada uno. ¿Conocen la leyenda del ancianito que vive en la luna? 

> Se dice que baja a la tierra todas las noches y busca almas gemelas por ahí y que para evitar que se pierdan, les amarra un hilo rojo al dedo meñique... 


>Después de que el travieso abuelito amarrara los hilos, en la historia
 se menciona a un  emperador, a quien le comía la curiosidad. Tras mucho charlatán, se enteró que en su reino vivía una bruja que podía ver el  hilo en el meñique de las personas, así que la mandó a buscar para que le dijera quién estaba al otro extremo de su cordón. Cuando lo llevaron delante de una humilde vendedora de frutas en un puesto del mercado, diciendo que allí terminaba su hilo rojo, se enojó tanto que empujó a la señora quien tenía un bebé en sus brazos. El porbrecillo bebé se lastimó la cabeza debido a la caída; sin embargo, el emperador no se tocó el corazón en ese entonces y simplemente mandó arrestar a la bruja, pensando que se estaba burlando de él. 

>Pasó el tiempo, él se estaba volviendo viejo y a pesar de buscar, seguía solo, así que se vio forzado a aceptar un matrimonio arreglado por obligación al trono. El día de la boda, cuando vio por primera vez a quien sería su esposa, tras levantar el velo notó que la muchacha tenía una cicatriz en la frente, cerca de la sien. Se dice que al mirar hacia los invitados, notó a la vendedora que en el pasado él agredió y esta lo saludó con una respetuosa venia y una floreciente sonrisa; fue en ese momento que entendió que él mismo, en su afán de proteger su orgullo, lastimó a su destino... fue corriendo entre el gentío y cayó de rodillas a los pies de dicha mujer, a quien las canas le habían robado el marronado de sus cabellos, rompiéndose a llorar, lleno de arrepentimiento.
El hilo en ambos se estiró, se enredó pero nunca se rompió.

>Ustedes van a pasar, quizás, por los zapatos de ambos. En los próximos días deberán tomar su examen de género y a partir de los resultados, tendrán muchas situaciones por delante, aunque sin importar ser alpha, beta u omega, nunca olviden que por sobre todo, son seres humanos... ¿Lo prometen?  

Un grupo de adolescentes, sentados en ronda a la persona que les hablaba en tono tan maternal, disfrutando de aquella tarde bajo la sombra de un frondoso cerezo florecido, casi en coro firmaron al aire su promesa en respuesta a la petición ajena. 

A diferencia de esos niños tan animados y bastante enérgicos, reposando la espalda por el grueso tronco estaba Hideki, de brazos cruzados a altura del pecho y con cara de pocos amigos, como si del grupo, fuera ese a quien castigaron en el rincón con orejas de burro, pero con traje de oficinista. 

En todo el rostro tenía escrito con tinta invisible, pero vistosa, un "no quiero estar aquí" y a pesar de no haber pronunciado una sola palabra, siquiera el saludo, ni falta hacía decir a viva voz, lo que su cuerpo expresaba a gritos. Estaba molesto al punto que hasta las aves revoloteaban lejos suyo solo por si las dudas. 

—Eso me gusta —alabó por la respuesta que recibió, soltando una risilla de gracia y ternura.  —Nos veremos el próximo sábado, regresen directo a casa ¿Bien? 

Entre despedidas aquí y allá, el ordenado círculo fue dispersándose hasta solo quedar el único adulto que dirigía la reunión. 

—Te saldrán arrugas si no aflojas el ceño de vez en cuando —Saludó con bastante gracia al muchacho, quien a penas devolvió el saludo con una sutil venia. 

—Humm... pareces de malas. ¿Ya comiste? 

—Me dijiste que necesitabas con suma urgencia que te recogiera, madre. Y sin embargo, me haces esperar, escuchando una vez más esa estúpida historia. 

Una risa en igual tono que la anterior se le volvió a escapar al mayor de ambos hombres. 

— Que a ti no te guste, no quita que sea una historia necesaria para esos niños. ¿Ya comiste? 

—Son personas, es todo lo que necesitan saber. 

—Son personas...mh...¿Cómo decirlo? Son personas con ¿Distintivas peculiaridades? Como yo, que soy omega y gracias a eso pude darte a luz o como tú, que siendo -

— Alpha, beta u omega, —interrumpió en tono irritado. —¿Por qué torturar a unos pobres inocentes con algo tan...primitivo y...superficial...? Sin mencionar que la sociedad allá afuera pisoteará la idea que les estás vendiendo sobre amor, destino y patrañas como esas.  Si naces como alpha el mundo se rendirá a tus pies, si naces como omega, estás condenado...de muchas formas... y si naces siendo beta, bueno... solo existes y ya. ¿Qué tiene de divertido querer etiquetarse en una de esas despreciables categorías? —a medida que iba hablando, el desdén en su voz se marcaba implacable y ya algo impaciente. 

— Shh...calma, no te estoy atacando, ¿Sabes? —dicen por ahí que con miel se atrapan más moscas que con hiel y siquiera el estoico y serio Hideki podía contra ese principio. Con una suave caricia en su mejilla y esa oración pareció pisar tierra de nuevo; apenado apartó la mirada al tiempo que alejó la mano contraria. 

—Lo lamento, me exalté.  

Negó estirándose unos centímetros hasta besar la mejilla del muchacho. ¿Cuándo fue que creció tanto? 

—Te he complicado en los últimos días, es razonable que estés molesto conmigo... ¿Vamos a casa? Te haré algo rico de comer... Después de todo, te llamé apenas ibas saliendo de la oficina, estoy seguro que no has probado bocado; en nada darán las tres de la tarde, no es bueno que descuides tus horarios.  

—Madre, lo lamento, no quise decir eso...así... —todo lo que el afligido joven atinó a hacer fue proferir otra disculpa y asentir, accediendo a lo que le era ofrecido; no cabe duda que las madres tenían poderes fuera de serie, Hideki terminaba derretido con los que usaba la suya con él a espaldas de su consciencia. 
Era tierno como iba de mil a cero en pocos segundos con dos o tres palabras y acciones de ese quien le dio vida, así como era hilarante que esa misma persona podía llevarlo de cero a cien mil en la misma cantidad de tiempo, incluso menos. ¿Superpoder de mamá? 

— No hiciste nada malo, no importa. Vamos, ¿si? Incluso podemos ir a comer a algún lado. Ya que es sábado, tienes el resto de la tarde y mañana para descansar, ¿Cierto? 

Hideki asintió, sin despegar la mirada del suelo. 

—Estacioné el coche hacia la entrada sur. Elige a donde quieras ir a comer o si gustas ir a cocinar, yo te ayudo. 

—Mh... podemos decidir una vez estemos en el coche. —despreocupado y restando importancia al asunto anterior, Fujimoto Key, madre de Fujimoto Hideki, salió victorioso una vez más, llevando consigo el orgullo de hacerle honor a su nombre. 
Continuará...

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